“En general el tema de la
evaluación se analiza como un elemento más de la planificación relegando su
mirada a cuestiones puramente instrumentales. Ahondar en la evaluación es
considerar las emociones que despierta en el evaluador y en los evaluados;
interpelar los contenidos y los modos de enseñar y aprender, los valores que se
ponen en juego, los criterios de inclusión y exclusión, las creencias de los
docentes acerca de las capacidades de aprendizaje de sus alumnos” (Anijovich;
2010: 18).
Celman en su obra ¿Es posible mejorar la
evaluación y transformarla en herramienta de conocimiento?, refiere que la
EVALUACIÓN no es ni puede ser un apéndice de la enseñanza ni del aprendizaje;
es parte de la enseñanza y el aprendizaje.
Álvarez Méndez (1996) arguye que en la medida en que un sujeto aprende, simultáneamente
evalúa, discrimina, valora, critica, opina, razona, fundamenta, decide,
enjuicia, opta... Esta actitud evaluadora, que se aprende, es parte del proceso
educativo que, como tal, es continuamente formativo.
Larry
Cuban en cuanto a que refiere que se deberían atenderse tanto los relojes de
los alumnos como el de los profesores para permitirnos reflexionar acerca de
las diferencias entre los tiempos de los estudiantes, la de los profesores para
planificar sus clases, hacer el seguimiento correspondiente, ajustar las
propuestas y evaluarlas y sobre todo de las instituciones que exigen las
entregas de notas, etc.
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